Sábado 10 de agosto de 2019. 18ª Semana T.0.

Lorenzo, mártir (258)

Dt 4, 4-13: Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas Sal 17: Yo te amo Señor. Tú eres mi fortaleza. Mt 17, 14-20: Señor te compasión de mi hijo.

Mt 17,14-20: Un papá se dirige a Jesús: “Señor ten compasión de mi hijo, que es epiléptico y sufre horriblemente”. Este varón, como cualquier padre de familia, pide la sanación de su hijo. Los discípulos no han podido sanarlo. Jesús les increpa su falta de fe.

Es esencial la fe. Creer que Jesús es sanación. Ha venido para liberarnos de todo mal. La presencia de Dios es salud, alegría, felicidad. El mundo de hoy está enfermo por la codicia, ambición, explotación contra el hermano. Jesús quiere nuestra liberación de todo tipo de maldad, que atenta contra la dignidad de los hijos de Dios.

El demonio representa lo contrario al plan de Dios (Mt 16,23). Jesús ha venido a hacer la voluntad de su Padre. La presencia de Dios, es afectiva y efectiva. Siente compasión y ternura por los que sufren. Libera al hijo de ese padre angustiado, que se inclina ante su presencia. Reconoce en Jesús, el poder sanador de Dios, porque confía en él. Nosotros hoy tenemos que tener más confianza en Dios. Orar, escuchar, dejarnos cuestionar por Jesús, con su Palabra que es vida, verdad, libertad. Nos invita a la unidad como comunidades cristianas.  Sí creemos en Cristo, sigamos su Palabra, encarnémosla en nuestras vidas e historia concreta, sembrando fe que es confiar también los unos a los otros. Juntos como comunidad descubrirnos el bien común de todos. Pongamos los dones que Dios nos ha dado al servicio de todos.

Como Iglesia estamos llamados a ser una Iglesia samaritana, que ve en los rostros de los más necesitados, el mismo rostro de Cristo, que sale en busca de ellos, como nos propone el Papa Francisco. Desde sus orígenes la Iglesia de Roma, con sus siete diáconos como Lorenzo socorría a 15 mil pobres. Durante la persecución del emperador Valeriano, el Prefecto de Roma, creyendo que la Iglesia tiene mucha riqueza, le pide que le de los bienes, Lorenzo le pide un plazo de tres días y le presenta a los pobres. Esta es nuestra riqueza. Lo condena a morir en una parrilla.

Es hora que las comunidades cristianas seamos una Iglesia más evangélica, cercanos al pueblo, a vivir una espiritualidad como nos enseña Jesús, preocupados por los pobres, mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Hacer realidad el proyecto de Dios, haciendo obras con honestidad, sinceridad y participando en un mejoramiento de toda la sociedad.

¿Tenemos fe, escuchándolo en la oración, sanando heridas y enfermedades mentales para buscar la sanación de Jesús?

Fr. Héctor Herrera OP.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *