Viernes 16 de agosto de 2019. 19ª Semana T.0.

Esteban de Hungría (1038)

Jos 24,1-13: Los saqué de Egipto. Salmo 135: Den gracias al Señor, porque es bueno. Mt 19,3-12: Moisés permitió el divorcio por su terquedad.

Mt 19,3-12: En tiempos de Jesús, las escuelas rabínicas de Hillel y Shammai, mantenían una fuerte controversia sobre la interpretación de Dt 24,1 en torno al divorcio. Hillel consideraba que una razón menor es causa es justa para que el hombre se divorcie. Shammai en cambio, sostenía que solo por infidelidad de la mujer. Los fariseos quieren conocer la opinión de Jesús. La respuesta de Jesús contiene una interpretación realizada no desde la ley sino desde la vida. La pregunta de los fariseos ¿Es lícito al hombre separarse de su mujer por cualquier motivo? (Mt 19,3) es excluyente porque tiene en cuanta solo al hombre. Jesús les recuerda, haciendo alusión a Gn 1,27 y 2,24, que el hombre y la mujer son iguales ante Dios y, ambos, son igualmente responsables en la construcción de un proyecto de vida llamado hogar.

Cuando un varón y una mujer se conocen, se aman y ese amor va madurando con el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo. El amor que nace de la fe profunda en Jesús, crece con los hijos en una actitud profunda de gratitud a Dios, que bendice el hogar. Porque donde hay amor existe la capacidad del perdón, de la generosidad y la caridad. Donde hay amor allí está Dios. Es responsabilidad de ambos el crecimiento y la madurez en la educación y formación de los hijos, sembrar en su corazón los valores del evangelio: el amor y el respeto por la vida, el conocimiento de sus derechos y deberes para influir en el corazón de la sociedad formando personas sinceras y responsables, honestas y transparentes.

Al respecto el Papa Francisco en la exhortación Apostólica sobre el amor en la Familia o Amoris laetitia nos dice: “Tenemos que reconocer como un gran valor que se comprenda que el matrimonio es una cuestión de amor, que solo pueden casarse lo que se eligen libremente y se aman. No obstante, cuando el amor se convierte en una mera atracción o en una afectividad difusa, esto hace que los cónyuges sufran una extraordinaria fragilidad cuando la afectividad entra en crisis o cuando la atracción física decae. Dado que estas confusiones son frecuentes, se vuelve imprescindible acompañar en los primeros años de la vida matrimonial para enriquecer y profundizar la decisión consciente y libre de pertenecerse y de amarse hasta el fin” (A.L. 217)

¿Dialogas con tu pareja, pones en común tus sentimientos, emociones, proyectos de vida? ¿Están atentos en la formación integral de sus hijos, juegan, ríen, con ellos?

Fr. Héctor Herrera OP.

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