Viernes 14 de Agosto de 2020. A. 19ª. Semana T.0.
Maximiliano Kolbe, mártir (1941) Antonio Primaldo y 812 Comp. (1480)
Ez 16,59-63: Quebrantaste tu alianza. Interleccional Is 12: Ha cesado tu ira y me has consolado. Mt 19,3-12: Dios los hizo hombre y mujer.
Mt 19,3-12 ¿Es lícito al hombre separarse de su mujer por cualquier motivo? (v.3) es la pregunta que le plantean a Jesús los fariseos. Se basan en el tema polarizado por dos escuelas: la laxista que por cualquier causa despedía a la mujer, porque había quemado la comida o cualquier pretexto y la rigorista que admitía el divorcio solo en caso de adulterio.
Jesús les propone una nueva visión de ética, Moisés les permitió repudiar a la mujer (cf Dt 24,1) por la dureza de corazón y era una sociedad machista que no valoraba a la mujer. Jesús centra nuestra atención: “Dios los hizo varón y mujer, por eso el varón abandona a su padre y a su madre y se une a su mujer y los dos son una sola carne. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (v. 4-6, cf. Gn 1,27; 2,24; 5,2)
“El verbo unirse en el original hebreo indica una estrecha sintonía, una adhesión física e interior, hasta el punto que se utiliza para describir la unión con Dios: “Mi alma está unida a ti”(Sal 63, 9), canta el orante. Se evoca así la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y corpórea sino también en su donación voluntaria de amor. El fruto de esta unión es ser “una sola carne”, sea en el abrazo físico, sea en la unión de corazones y de las vidas y, quizás en el hijo que nacerá de los dos, el cual llevará en sí, uniéndolas no sólo genéticamente sino también espiritualmente, las dos “carnes” (A.L.13)
Cuando un varón y una mujer se conocen, se aman Ese amor va madurando con el diálogo, la comprensión y el respeto mutuo. El amor nace de la fe profunda en Jesús y crece con los hijos en una actitud profunda de gratitud a Dios, bendice el hogar. Porque donde hay amor existe la capacidad del perdón, de la generosidad y la caridad. Donde hay amor allí está Dios. Es responsabilidad de ambos el crecimiento y la madurez en la educación y formación de los hijos, sembrar en su corazón los valores del evangelio: el amor y el respeto por la vida, el conocimiento de sus derechos y deberes para influir en el corazón de la sociedad formando personas sinceras y responsables, honestas y transparentes.
¿Escuchamos la voz del amor de Dios, renovando en diario vivir esa comprensión y generosidad como esposos y padres de familia?
Fr. Héctor Herrera op