Jueves 05 de noviembre de 2020. Semana 31 T.0.

Guido María Conforti (1931)

Isabel y Zacarías (s. I)

Flp 3, 3-8 La ganancia la consideré pérdida

Salmo 104:

Lc 15, 1-10: Hay alegría en el cielo por un pecador convertido

Jesús es criticado por los fariseos y doctores de la ley porque los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Él. No soportaban que ellos los puros, los guardianes de la Ley vieran esa actitud misericordiosa de Jesús. Y murmuraban: “Este recibe a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,2). Esta misma actitud excluyente e inmisericordia, sucede hoy en algunos creyentes, cuando uno no está abierto al Espíritu de Dios. Y la actitud de acogida hacia los rechazados y excluidos de la sociedad les sorprende. Pero como muy bien nos recuerda la parábola, Dios nos sorprende con su amor y su misericordia. Él es el buen pastor que deja a los noventa y nueve y sale en busca de la oveja perdida. Y cuando la encuentra reúne a sus amigos y les participa de su alegría. Así tenemos que ser en nuestras comunidades cristianas: no murmurar, ni chismear el uno contra el otro, sino ser comunidades de amor, de acogida, de respeto, de querer ayudar a crecer, a madurar como nos enseña Jesús.

Lo mismo sucede cuando una mujer ha perdido la única moneda que tiene para sobrevivir, cuando la encuentra se alegra, porque con ella alimentará a sus hijos.

Jesús nos presenta que Dios es un Dios de la alegría, de la sorpresa, que se fija en los humildes y que “se alegran los ángeles por un solo pecador que se convierta” (v. 10). Tú puedes ayudar a alguien a convertirse, a cambiar de vida, en tu hogar, en tu trabajo, en tu sociedad. Cristo necesita de ti, de todos en un acercamiento y acogida a los pecadores que debemos tendernos las manos con una sonrisa, con amor y respeto para recuperar nuestra dignidad de hijos, as de un mismo Padre que nos ama y que espera nuestro cambio de vida.

¿Estaremos dispuestos a ser una Iglesia que acoge a todos pecadores y marginados? Sólo cuando nos sentimos todos pecadores, necesitados de Dios, podemos comprender y acoger a los demás, como supo hacerlo Jesús.

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