Miércoles 12 de enero 2022 de la 1ª semana de Tiempo Ordinario.

Samuel 3, 1-10. 19-20: Habla, Señor, que tu siervo escucha.

Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Marcos 1, 29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males.

Habla, Señor, que tu siervo escucha

Esta primera lectura nos relata la llamada de Dios al joven Samuel. Ni en la primera, ni en la segunda, ni en la tercera llamada reconoce Samuel a Dios. Tiene que ser ayudado por alguien experto en las cosas de Dios, por el anciano Elí, al que la vista le va fallando, pero el corazón le sigue latiendo al ritmo de Dios y le aconseja que cuando vuelva a oír esa voz que le llama por su nombre le responda: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Buen consejo el de Elí a Samuel y a todos nosotros. Si Dios habla hay que escucharle y hacerle caso, pues siempre busca nuestro bien. Así fue como Samuel descubrió la vocación de profeta, a la que Dios le llamaba, y su vida no fue más que hablar a sus semejantes de Dios y lo que Dios le revelaba.

Este relato nos puede llevar a recordar a los Elís que nos hemos encontrado en nuestro camino, empezando por nuestros padres, y agradecerles que nos presentaran y hablaran de Dios y de su Hijo Jesús. Gracias a ellos también nosotros hacemos nuestra la súplica de Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Porque es bueno

En Jesús su amor y su bondad van a la par. Su amor le lleva siempre a ser bondadoso y no en abstracto, sino con todos nosotros. Siempre busca nuestro bien. Lo vemos en el evangelio de hoy. Cura a todos los enfermos que acuden a él de todas sus dolencias. El texto hace hincapié en que expulsaba los demonios de aquellos que sufrían su posesión. El demonio es el símbolo del mal, el que lleva y anima a hacer el mal. Es decir, lo más contrario a Jesús.

Como dato sobresaliente, vemos cómo Jesús en medio de su actividad sabe reservar un tiempo para orar, para dirigirse a su Padre Dios. Los seguidores de Jesús debemos imitarle en los tres puntos que nos indica este pasaje evangélico. Debemos hacer el bien a todas las personas con las que nos encontremos y no solo a los enfermos. Debemos encontrar tiempo para relacionarnos y hablar con nuestro Dios. Debemos predicar con nuestra vida y si podemos con nuestra palabra la buena noticia que nos ha traído, la que es capaz de alegrar y dar sentido a nuestra vida.

F/ Dominicos.org

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *