Jueves 17 de octubre del 2024. Vigésimo octava semana del Tiempo Ordinario – Año Par
San Ignacio de Antioquía
Primera lectura: Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,1-10
Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6 R/. El Señor da a conocer su salvación.
Lucas 11,47-54: Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas
San Lucas en el capítulo 11 de su evangelio nos refiere el enfrentamiento que Jesús tuvo con algunos escribas y fariseos, en que les echa en cara la actitud hipócrita de su comportamiento, pues se preocupan más por la apariencia que en llevar una vida coherente con lo que predicaban, pues los escribas imponían al pueblo cargas pesadas, es decir, preceptos, casi imposibles de cumplir, y, sin embargo, ellos no ayudaban lo más mínimo.
Es en este contexto cuando les recuerda la actitud reincidente del Pueblo de Israel, que olvidaba la alianza que Dios había establecido con ellos, y ese era el motivo por el cual el Señor enviaba hombres que les recriminaban la actitud y les invitaban a volver su rostro hacia Dios, y que, en muchas ocasiones, fueron maltratados e incluso asesinados, y posteriormente los herederos levantaron mausoleos a los profetas, pero sin alejarse de la actitud de sus antepasados.
Por todo eso les recrimina advirtiéndoles que a ellos se les reclamará por la sangre de los profetas desde la creación del mundo.
También les echa en cara que estos juristas que se han erigido como sabios de la ley, actúan como el “perro del hortelano” que no han sido capaces de entrar en el Reino de Dios y han cerrado el paso a los que intentaban entrar.
Jesús insiste siempre en la limpieza de corazón, no hay que aparentar una cosa, cuando se actúa totalmente de forma contraria. Nos invita a todos a ser coherentes con lo que decimos y hacemos, que nos olvidemos de las apariencias, que lo que realmente importa es tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros.
No seamos lobos con piel de cordero, que nuestra actitud sea siempre limpia y honrada, no anteponiendo nuestro interés al de los demás. El amor de Dios que se ha encarnado en Jesucristo, ha de servirnos de ejemplo de vida, para que nuestro ser y obrar sea para todo un reflejo de la imagen de Dios.
¿Damos gracias continuamente a Dios por tenernos como Hijos predilectos?
¿Vemos en Cristo la culminación de la obra de Dios?
¿Mantenemos una actitud honrada con los que nos rodean?