El problema de los perros en Arequipa no es de ellos, es nuestro

La irresponsabilidad humana ha convertido a los perros en víctimas y villanos de una crisis urbana que sigue creciendo sin control

Arequipa enfrenta una realidad incómoda. Los perros, compañeros domésticos por excelencia, se han convertido en el centro de una controversia que revela más sobre nuestras decisiones que sobre su conducta. Casos recientes como el ataque a una niña de nueve años en Cerro Colorado, la brutal agresión a la perrita Layca y el rescate de más de treinta canes en condiciones de abandono no son hechos aislados, sino señales de una problemática más profunda: la falta de responsabilidad de muchas personas frente al cuidado de seres vivos que dependen enteramente de nosotros.

El aumento de ataques de perros a personas ha generado reacciones inmediatas que suelen señalar al animal como único culpable. Sin embargo, la agresividad de un perro no surge por naturaleza. Casi siempre es el resultado de un entorno hostil, de la falta de atención, del encierro o del abandono. Cuando un animal actúa con violencia, es porque antes fue víctima de descuido. El pastor alemán que atacó a la menor no debió estar suelto ni sin supervisión. La culpa no es del animal, sino de quien debía cuidarlo y no lo hizo.

En el otro extremo están los perros que no atacan, pero que sufren en silencio. Son los que deambulan por plazas, avenidas y mercados, sin comida ni atención veterinaria, expuestos al hambre, al atropello y al maltrato. En Arequipa hay cientos, quizá miles, de perros viviendo en las calles. Muchos de ellos tuvieron dueño. ¿Cómo terminaron así? En la mayoría de casos, porque alguien decidió dejarlos cuando crecieron o cuando dejaron de parecer lindos o fáciles de manejar. No fue un accidente, fue una decisión. Abandonarlos fue tratarlos como si ya no importaran, como si fueran desechables. El abandono, lejos de ser un descuido, es una forma de violencia cotidiana que hemos empezado a normalizar.

También existe el maltrato directo, como en el caso de Layca. Su agresor fue grabado golpeándola sin motivo aparente. Aunque recibió una sentencia, las penas por maltrato animal aún son leves y no disuaden lo suficiente. Y si eso ocurre en un caso que fue grabado y viralizado, ¿cuántos más pasan desapercibidos cada día? Hay demasiados perros que sufren lejos de las cámaras, ignorados por completo por una sociedad que, en muchos casos, prefiere no mirar.

Este problema no se resolverá con soluciones superficiales ni con reacciones momentáneas. Se necesita una estrategia clara y sostenida, con campañas de esterilización accesibles, sanciones reales contra el abandono y el maltrato, y sobre todo una educación ciudadana que nos enseñe, desde temprana edad, que un perro no es un adorno, ni una alarma, ni un juguete para el entretenimiento. Es un ser vivo que necesita cuidado, afecto y responsabilidad. Adoptar debe ser un acto consciente, no un impulso.

Arequipa no puede seguir normalizando la presencia de perros famélicos en las calles, ni justificar los ataques como si fueran culpa exclusiva del animal. Tampoco puede permanecer indiferente ante la crueldad. Mientras sigamos culpando a los perros por un problema que es consecuencia de nuestras propias acciones, esta situación no cambiará. Porque el problema no son ellos. El problema somos nosotros.

Redacción Paolo Silva C.

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