Entre la casa y descansar, María elige trabajar

María, al mediodía, está durmiendo. Descansa su cuerpo agotado por los años bajo una sombrilla, como lo ha hecho desde las 8 de la mañana, y como lo hará hasta las 6 de la tarde. Después de todo, solo puede descansar sobre su silla de ruedas, porque así lo dictó una enfermedad cuando nació en 1942.

Pasan los buses, los autos, la gente, pero ella solo despierta cuando siente la presencia de un comprador. Levanta una tabla vieja con sus manos aún más desgastadas, la deja a su derecha, y muestra sus productos.

– Ya tengo para mi almuerzo – dice después de recibir el dinero.

Todo lo mueve con la mano derecha, porque su zurda está “muerta”, así como lo dice ella. Esa es la razón detrás de su dificultad para caminar, y detrás de los problemas que la atormentaron desde que nació huérfana en Juliaca.

Ahora, con más de 83 años encima, su postura y su vista se han visto afectadas, igual que su piel y sus uñas, que se arrugan y se quiebran a medida que pasa el tiempo, con cada transeúnte que pasa a su lado. ¿Por qué, con todo esto, no va a descansar?

– No me gusta la casa. Me he acostumbrado a esto. He vendido siempre, desde que tengo 7 años.

Justamente, por costumbre y porque no conoce otra forma de vida, aunque llueva o truene, María seguirá en su lugar de siempre, frente a la feria del altiplano, en su usual puesto de trabajo.

Aunque los trabajadores a su alrededor se preocupen por ella, saben que no cambiará de opinión.

A pesar de que su memoria se deteriore poco a poco, su vista empeore más, y su cuerpo se niegue progresivamente a responderle, María Mamani no quiere quedarse en casa, ella elige trabajar, como lo ha hecho toda la vida.

Redacción Andrea Ramos

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