Martes 22 de Octubre de 2019. C. 29ª Semana T.0.

Juan Pablo II (2005)

Rom 5,12b.17-19.20b-21: Cuánto más vivirán por Jesucristo. Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Lc 12,35-38: Tengan las lámparas encendidas.

Lc 12,35-38. Jesús nos llama a estar con las lámparas encendidas. Vigilancia, oración, testimonio de vida y trabajo en la construcción del reino de Dios. Frente a un mundo donde se pone énfasis en el consumismo, la trata de personas, el no reconocimiento por la dignidad de los pueblos originarios, cuando se va destruyendo el sistema ecológico y contribuyendo a un irreversible cambio climático por la voracidad de las grandes empresas multinacionales.

Jesús nos hace un fuerte llamado a estar vigilantes y despiertos para crear una conciencia con más dignidad proyectada en la construcción de una cultura del amor, de acogida y del respeto por la dignidad de todo ser humano. No podemos ser como Iglesia meros espectadores de un mundo que se está autodestruyendo.

Con la fuerza del Evangelio tenemos que estar preparados para hacer lo que Jesús quiere: Padre que sean unos y que se amen los unos a los otros. Porque tú llamas a todos a sentarnos en la mesa para compartir el pan, los anhelos y esperanzas de un mundo mejor. Padre, que comprendan que las armas de la guerra, se transformen en podaderas y en desarrollo sostenible para que se alimente el mundo entero. Padre, que desaparezcan las rencillas y rencores entre los pueblos y familias, para que tu nombre sea alabado y reconocido en toda la tierra.

Despierta en tu pueblo, en la Iglesia la prontitud para escuchar y vivir tu Palabra y escuchar el grito y gemido de los pobres, para que la esperanza sea la luz de las naciones. Es posible crear un mundo con rostro más humano, con un espíritu crítico y responsable.

Que la creación se renueve por la voluntad de todos los que te reconocen como el único Dios vivo y verdadero. Así lo comprendió ese gran misionero claretiano Mons. Pedro Casaldáliga, se internó en la selva brasileña, para vivir pobre entre los pobres, hasta hoy. Una de sus frases: «Ninguna familia sin casa, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos».

¿Salimos al encuentro del otro para tomar conciencia de la conversión a nivel personal y social para pensar en el bien común de nuestros hermanos?

Fr. Héctor Herrera, O.P.

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