El encuentro con Jesús nos cambia la vida
El Papa Francisco lo reiteró en su catequesis sobre la pasión por evangelizar, reflexionando a partir de la figura del Apóstol Pablo. Siempre fue un apasionado de la Ley de Dios, la defendía con radicalidad. Ese celo ardiente que lo caracterizaba no desapareció después de su conversión, sino que se transformó: por la acción del Espíritu Santo, Pablo pasó de querer destruir la Iglesia a abrazar la causa del Evangelio, anunciando a Cristo en todos los lugares donde iba y formando nuevas comunidades cristianas.
La humanidad de Pablo, su pasión por Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida” por el Espíritu Santo. El único que puede cambiar nuestros corazones es el Espíritu Santo.
“El que vive en Cristo es una nueva criatura, lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente” (2 Cor 5,17). Si uno está en Cristo es una nueva criatura […] Hacerse cristiano no es un maquillaje que te cambia la cara, ¡no! Si eres cristiano, tu “corazón” ha cambiado, pero si eres un cristiano de apariencia, eso no está bien… los cristianos de maquillaje, no, no van. El verdadero cambio es de corazón. Y esto le pasó a Pablo.
Si uno de nosotros dice: “Ah gracias Señor, porque soy una buena persona, hago cosas buenas, no cometo grandes pecados…”, este no es un buen camino, es un camino de autosuficiencia, es un camino que no te justifica […] Es un católico elegante, pero un católico elegante no es un católico santo, es elegante. El verdadero católico, el verdadero cristiano es el que recibe a Jesús dentro, que te cambia el corazón.