Jueves 24 de marzo de 2022 de la Tercera semana de Cuaresma
Lectura del libro de Jeremías 7,23-28:
Sal 94,1-2.6-7.8-9 R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,14-23
Jesús estaba echando un demonio que era mudo. Junto a él hay una multitud que se admira. Brota dicha admiración al contemplar cómo el mudo habla. El bien procurado a esta persona despierta la admiración de la multitud. Frente a muchos, algunos y otros. No todos se admiran. Aparecen los críticos sin la más elemental lógica humana: “Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios.” Otros piden un signo del cielo.
Y eso es lo que Jesús acaba de hacer: “Si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.” Los milagros que él realiza van más allá del hecho milagroso, para convertirse en signo, señal de lo que realmente está ocurriendo. Y lo que ocurre es que con él el reino de Dios ha llegado.
El mismo Jesús conduce la reflexión que cada uno tiene que hacer, examinando lo que ellos mismos dicen, para que vean hasta dónde están errados. Si Satanás está dividido ¿cómo se mantendrá su reino? Para poder reconocer los signos del Reino hay que despojarse de los prejuicios. Hay que dejar espacio a la admiración y a la sorpresa de un Dios que se ha hecho cercano. Que usa un lenguaje inteligible. El misterio se ha hecho pura transparencia. Eso es lo que percibe la gente sencilla y por eso Jesús afirma que lo ha revelado a la gente sencilla, que es capaz de dejarse llenar por la alegría que produce su presencia.
Y termina el pasaje con esta afirmación de Jesús: “El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. No hay alternativa posible para acceder al Reino. Jesús es el camino. En su Persona se revela todo el misterio de Dios. Por eso el camino cuaresmal arranca centrándose en el misterio de Cristo para vivirlo en plenitud. La penitencia cuaresmal se ordena a quitar todo aquello que impide que el misterio de Cristo ilumine la existencia humana. Su luz nos hace ver la luz.
Podemos entender la frase final como comunión con él. No aceptarlo o romper la comunión con él desemboca en enfrentamiento y dispersión. Con él o contra él; recoger con él o sin él dispersar. El planteamiento se nos hace a cada uno y tendremos que responder y definirnos. La cuaresma es un buen tiempo para considerar de qué lado estamos y hasta dónde estamos dispuestos a llegar.
F/DOMINICOS.ORG