Una medicina que renuncia al cuidado y se atrinchera detrás de procedimientos deshumanizados y deshumanizantes ya no es el arte de curar
«Al enfermo -observa- hay que acercarse, en cambio, con la actitud del buen samaritano, que no mira hacia otro lado, sino que se inclina sobre el herido y alivia su sufrimiento, sin hacer preguntas, sin dejar que su corazón y su mente se cierren por prejuicios, sin pensar en su propio beneficio». Según el Pontífice, la palabra clave es «compasión», que -señala- «no es piedad, sino con-piedad», «sufrir con»: «Es un instrumento de diagnóstico insustituible. Después de todo, Jesús es el médico por excelencia, ¿no es así? Y hay tres rasgos de Dios que siempre nos ayudan a seguir adelante: la cercanía, la compasión y la ternura. Me gusta pensar que todos los sanadores de la salud -nosotros, sanadores de la salud espiritual, tú, de la salud física y también psíquica y espiritual en alguna medida- debemos tener estas tres actitudes: cercanía, compasión y ternura. Y esto ayuda mucho, esto construye sociedad. Os deseo esto: que seáis cercanos, compasivos y tiernos».
La salud es un bien común, pero señala el Pontífice, los principios de universalidad, equidad y solidaridad, en la base de la sanidad pública italiana, hoy «corren el riesgo de no aplicarse»: «Por favor, preserven este sistema, que es un sistema popular en el sentido de servicio al pueblo, y no caigan en la idea quizás demasiado eficientista -algunos dicen moderna- de pagar sólo la medicina y después nada: no, no. Este sistema hay que cuidarlo, hay que hacerlo crecer porque es un sistema de servicio al pueblo».
Además, «quienes están llamados a cuidar de los demás -añade Francisco- no deben descuidar el cuidado de sí mismos: «Son necesarias intervenciones que dignifiquen vuestro trabajo y favorezcan las mejores condiciones para que se realice de la manera más eficaz. Tantas veces sois víctimas, ¿eh?».