Oración e implicación de los sentidos

Cuatro son los aspectos que el Papa destaca para una oración litúrgica que sea verdaderamente tal.

El primero se refiere al redescubrimiento de la «coralidad», un entrelazamiento de voces que Francisco invita a experimentar y no sólo a evocar, por ejemplo a través de la práctica de la Liturgia de las Horas. Las comunidades, es su deseo, «vuelven a elevar a coro» la oración de los Salmos, aprendiendo «a vivir, en la liturgia y en la vida, el valor de la unidad y de la comunión».

El segundo aspecto es el vínculo entre la liturgia y el canto sagrado, en el que, observó Francisco, la música «no es un elemento ornamental, sino parte integrante y necesaria de la misma» y exige un cuidado especial, sobre todo en las liturgias dominicales.

Del canto, Francisco pasa al silencio.  Este «acto de silencio» contrarresta «el frenesí, el ruido y el parloteo que nos minan en nuestra vida cotidiana», mientras que el gesto «sagrado» del silencio se convierte en un tiempo y un espacio propicios para «cultivar la mirada contemplativa» y «dar profundidad a la oración del corazón». Hay luego una cuarta y última dimensión que se refiere a la «promoción de la ministerialidad litúrgica, en la que -indica Francisco- “es importante leer los ministerios al servicio de la liturgia” y su presencia “diversificada” alimenta “la participación activa de la asamblea y promueve la corresponsabilidad en la misión”, manifestando, concluye, “la naturaleza sinodal de la Iglesia”.

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