Lunes 8 de setiembre del 2025. Vigésimo tercera Semana del Tiempo Ordinario – Año Impar
Primera lectura: Miqueas 5, 1-4ª
Salmo 12, 6ab. 6cd R/. Desbordo de gozo con el Señor.
Mateo 1, 1-16.18-23: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo
Al celebrar la Natividad de María reconocemos como actúa Dios. El misterio divino se va entretejiendo en la cotidianeidad de lo vivido. Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María, y, sin embargo, al ser madre todo cobra su sentido más profundo y verdadero, porque su vida está íntimamente ligada a la vida de Jesús. Nos recordaba Felicísimo Martínez: «Dios se humanizó, asumió nuestra condición humana. Con todo lo que eso significa: en la persona de Jesús se aproximó a nosotros, compartió nuestra condición, conoció todas las dimensiones de nuestra condición humana, pudo compadecerse de nosotros por estar él mismo envuelto en debilidad… Ya no estamos solos en nuestro caminar.»
A José se le revela el nombre del niño: “Jesús”, Dios salva, revelando su identidad más profunda y su misión. La salvación de Dios se manifiesta en la persona de Jesús, en sus acciones, sus palabras, sus gestos, sus opciones y su entrega en la cruz, son la forma en que Dios actúa. La figura de María representa al mismo tiempo a la comunidad cristiana, llamada, como la madre del salvador, a hacerse cargo de todas las formas de fragilidad que el mundo de hoy nos ofrece.
El celebrar la Natividad de María nos ayuda a reafirmar que Jesús es el “Emmanuel”, Dios con nosotros, que nunca nos abandona, siempre está presente. Mirando a María nos preguntamos: ¿Cómo respondo hoy a la iniciativa de Dios en mi vida? ¿Me dejo conducir, ayudar y alentar por María para renovar mi encuentro con Jesucristo y compartirlo con los demás?
F/ Dominicos.org