Miércoles 5 de noviembre del 2025. Trigésimo primera semana del Tiempo Ordinario – Año Impar
Primera lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 13, 8-10
Salmo 111, 1-2. 4-5. 9 R/. Dichoso el que se apiada y presta
Lucas 14, 25-33: Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío
«Este hombre empezó a construir y no pudo acabar»
El Evangelio de este día es tremendamente exigente. Jesús llama al seguimiento radical tanto a sus discípulos como a las personas que acuden a verlo, a escucharlo. Es una llamada que exige la Cruz: llevarla y ser en ella crucificado y hacerlo sin mirar atrás, aunque implique dejar atrás mis afectos, las personas que tanto me quieren… Es más: hay que negarse a uno mismo, Como decía santa Ángela de la Cruz (cuya festividad celebramos hoy): “no ser, no querer ser, pisotear el yo”.
En conexión con el texto de la Carta de San Pablo, la Palabra de Jesús es exigente como toda la que proviene de Dios, pero nace ante todo y sobre todo del Amor. Porque el Amor es Servicio, total disponibilidad de mi persona por la causa de Dios, la causa del Reino. Como hemos explicado antes, no se trata tanto de renunciar como de elegir lo que el Señor me pide personalmente a mí, porque me conoce y me quiere y porque me quiere plenamente feliz.
Las parábolas que se proponen por parte de Jesús explicitan esta llamada y su respuesta: no se trata de una decisión apresurada o fruto de una repentina conmoción o entusiasmo. Es preciso sopesar los pros y los contras, mis verdaderas motivaciones, mis “talentos”, lo que es mi yo auténtico y no el egoísta y, desde la radicalidad (es decir, desde mis verdaderas convicciones despertadas por su Palabra), seguirle.
Es una llamada universal al discipulado. Ser cristiano, cada uno con su personalidad y sus circunstancias, implica decirle que sí sin condiciones al Señor que por Amor me invita a tomar su cruz, que es también la nuestra.
F/ Dominicos.org

