Viernes 11 de marzo de 2022 de la Primera Semana de Cuaresma

Libro de Ezequiel 18, 21-28

Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-7ab. 7cd-8 R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 20-26

La Palabra de Dios siempre toca nuestra realidad y hoy el Evangelio, como espada de doble filo, penetra hasta las profundidades de nuestro interior en nuestras relaciones fraternas. Nos habla de nuestro trato con aquellos que llamamos “hermanos”, es decir, con los que habitualmente tenemos más cerca y, por tanto, con los que más “roces” tenemos.

Jesús sube el listón y nos invita a dar el primer paso -el más difícil- para la reconciliación con aquellos que tienen algo contra nosotros: los que hemos ofendido, a quienes hemos dejado de lado, hemos ridiculizado o agredido.

Pero no nos quedemos solo a este nivel. Una auténtica reconciliación con nuestros hermanos está precedida por una reconciliación a la que restamos importancia.

Tenemos a uno que se ha hecho compañero de camino, Hermano nuestro, al que como los discípulos de Emaús, muchas veces no reconocemos; con quien podemos estar enfadados porque no comprendemos el sufrimiento en nuestra vida, porque no ha hecho las cosas como las esperábamos.

Este compañero, que es Dios mismo, ¿en qué podría ponernos pleito? Pues en que hemos olvidado del amor primero y teniendo a Dios mismo para ayudarnos, nos desviamos hacia los ídolos para conseguir una seguridad inmediata y tangible (cfr. Ap 2, 4.14.20) que nuestras obras no están movidas por el amor, sino por el interés y no somos ni fríos ni calientes en nuestras convicciones y vivencias (cfr. Ap 3, 1-2.15-18).

Estas palabras no son de alguien que está contra nosotros, porque si Dios no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por nosotros, ¿cómo no va a darnos generosamente todo con Él? ¿Quién te acusará a ti, que eres elegido de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién te condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió; más aún, que resucitó, que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros? (Rm 8, 32-34).

Ahora que vamos de camino, reconciliémonos con Dios, por medio de Jesucristo, conozcamos su amor y confiemos en Él. Apropiémonos por la fe de la justificación que nos regala para que, una vez que nos presentemos ante el Juez justo y misericordioso, podamos pronunciar esta la hermosa oración sobre las ofrendas que hoy nos regala la liturgia: Acepta, Señor, estas ofrendas con las que has querido reconciliarte con los hombres y por las que nos devuelves, con amor eficaz, la salvación eterna.

F/DOMINICOS.ORG

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *