No hay vida religiosa sin verdadera pobreza
Teresa de Jesús dio vida a una familia de consagradas basada en la Eucaristía, recuerda entonces el Pontífice, anclada en la pobreza y dedicada a María.
Sin verdadera pobreza, no hay vida religiosa. La pobreza es lo que custodia la vida consagrada. Y no sólo es una virtud, no: es la custodia. No lo olviden.
En cumplimiento de su carisma, «conducir a todos a la unidad para la que Cristo fue enviado», las hermanas escolásticas de Nuestra Señora, «como mujeres que profesan los consejos evangélicos», han sido durante mucho tiempo «pioneras en abrazar la dimensión profética de la vida consagrada», señala el Papa, recordando la Exhortación apostólica Vita consecrata para subrayar que la ofrenda total a Dios «constituye memoria viva del modo de existir y de actuar de Jesús, Verbo encarnado ante el Padre y ante sus hermanos».
Su entrega es signo no sólo del don que han hecho de ustedes mismas al Señor, sino también de su disponibilidad para servir, en Él, a todos nuestros hermanos y hermanas.
Las animo a seguir siendo testigos valientes de la solidaridad evangélica en un momento en el que muchos experimentan fragmentación y desunión. Esta responsabilidad adquiere aún mayor importancia a la luz del camino sinodal que está emprendiendo toda la Iglesia.