Lunes 16 de setiembre 2024. Vigésimo cuarta Semana del Tiempo Ordinario – Año Par

Santos Cornelio y Cipriano

Primera lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11,17-26.33:

Salmo 39 R/. Proclamad la muerte del Señor, hasta que vuelva

Lucas 7,1-10: Jesús se admiró de él

La fe es fiarse de cuanto se dice de Dios, es palabra confiada. No necesita de una verificabilidad de las acciones que Jesús realiza. Aunque la fe es encuentro con un acontecimiento: Jesús, el Cristo, tiene como centralidad la palabra dada como promesa y consuelo que alienta a quien le pide sanación.

Este es el caso del centurión que pide la intervención de Jesús para que curase a su criado, a quien le profesaba gran estima. Unos ancianos judíos le hacen saber que es un centurión que quiere y se preocupa por la gente, incluso había construido una sinagoga en Cafarnaúm.

El diálogo entre Jesús y el centurión resulta muy elocuente. El centurión le hace saber que confía en la palabra del otro, porque sus propias órdenes eran escuchadas y cumplidas por su autoridad. Él confiaba en la autoridad de Jesús: «Di tan sólo una palabra, y mi siervo quedará sano. No soy digno de que entres en mi casa».

La respuesta y enseñanza de Jesús fue la misma curación del criado, y el constatar que no había conocido en un hombre tanta fe. Alguien que, sin ver, confía en la acción salvadora y sanadora de Jesús.

Caminando por la calle, te encuentras gente hablando a solas, inmediatamente concluimos que habla a través del móvil. En uno de esos encuentros fortuitos de transeúntes se oye decir: No hay que fiarse de la gente. Y las razones que se esgrimen son porque hemos sido engañados, nuestras expectativas no se han visto colmadas, o estamos escamados por la experiencia. ¿Qué hemos hecho de la palabra? ¿Ya no transmite? ¿Ya no traduce la fe y la confianza? ¿Estamos comunicados para incomunicarnos más? ¿No estaremos necesitados de una curación de nuestra confianza?

Jesús de Nazaret, no sólo es el hombre de palabra, también es un profeta de hechos. Sana cuanto a nuestro alrededor parece enfermo. Pero para ello se requiere la fe. No comprenderemos la calidad de la experiencia de Dios si no miramos con los ojos de la fe. Vivir desde la confianza es permitir que Dios se manifieste en mi vida en la persona de Jesús, quien sana y salva a su pueblo de la iniquidad.

Que nuestra oración sea confiada, y le pidamos a Dios que nos la aumente, para poder confesar como Tomás: Señor mío y Dios mío.

F/ Dominicos.org

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