Lunes 08 de abril 2024. Segunda Semana de Pascua

Anunciación del Señor

Primera lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10b

Salmo 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Segunda lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10

Lucas 1, 26-38: Será grande, se llamará Hijo del Altísimo

Conocemos bien el relato de Lucas. Fiel a dar protagonismo en la infancia de Jesús a María, la ve como quien autorizó en su seno la encarnación -tomar carne- de quien “será grande, se llamará el Hijo del Altísimo” … reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. Lo aceptó en medio de dudas, que el ángel quiere disipar con el anuncio de otra maternidad imposible, pero real, la de su anciana pariente Isabel.

La fiesta fue durante tiempo, la más relevante de las comunidades cristianas, tras la Pascua. Luego obtuvo un mayor protagonismo en el pueblo el Nacimiento de Jesús. Y es que este día de la Anunciación es también el de la Encarnación, el día en que toma carne, nuestra carne humana el mismo Dios. Es el día del misterio básico de la fe cristiana.

Este año la solemnidad no se celebra nueve meses antes de la fiesta de la Navidad, porque ese día estábamos en la Semana Santa. Al celebrarlo después de la octava de Pascua, nos permite celebrar los orígenes de la celebración pascual. El triunfo de la vida sobre la muerte exigió la existencia de esa vida humana en el Crucificado y Resucitado, Jesús hijo de María. Dios asumió en el seno de María nuestra carne, nuestra naturaleza. “El Hijo de Dios, con su encarnación se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (Gaudium et spes 22). El inicio de esto es lo que celebramos hoy.

Ante todo, hemos de celebrarlo, sin las exterioridades de la Navidad, quizás más hondamente.

Hemos de reflexionar sobre qué exigencias brotan de que nuestra condición humana haya sido – es – la del mismo Dios: él la asumió, en el seno de María, en Jesús. De ello se deriva la excepcional dignidad, a veces hoy olvidada, en medio de toda la creación, del ser humano.

F/ Dominicos.org

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