Lunes 28 de febrero de 2022 de la Octava semana T.O. – Inicio de la Cuaresma

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9

Sal 110, 1-2. 5-6. 9ab y 10c R. El Señor recuerda siempre su alianza.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-27

Es un joven, un perfecto judío, quien se acerca Jesús. Cumple fielmente todos los mandamientos desde niño, entra dentro de los estándares de los fieles judíos practicantes, pero no encuentra seguridad en su salvación final. A este joven le preocupa su propia seguridad de salvación. Sabe que cumple todas las normas religiosas desde siempre, pero le falta seguridad, le falta fe. Quiere “comprar” la seguridad de la salvación y puede que esté dispuesto a pagar por ella, pero Jesús pide un precio excesivo, ¡le pide todo!

Es realmente difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. No importa el nivel de su riqueza, no es necesario que sea cuantiosa, sino que tengamos el corazón firmemente agarrado a ella y nos cueste compartirla. Los ricos echan en el cepillo del templo grandes cantidades mientras la pobre viuda solamente echa unos céntimos, sin embargo Jesús alabará a esta pobre mujer porque comparte todo lo que tiene, mientras los ricos, prestos a grandes donativos, siempre van a dar lo que les sobra, no lo que necesitan los demás. Tienen su corazón donde está lo importante para sus vidas, y lo importante no son los prójimos, sino los propios bienes, la propia seguridad.

Muchos tenemos una riqueza, puede que muy pequeña, pero que nos impide ser generosos, que nos ata con esas cuerdas invisibles que nos obligan a estar sometidos a ella. Cierto será difícil que nos salvemos por nuestros propios medios o méritos, pero esto lo sabemos todos: no somos nosotros los que nos salvamos, sino Dios quien nos salva. Es él quien nos regala la salvación. Es él quien nos conduce de la mano a su reino, y lo hace gratuitamente y solo nos pide a cambio que confiemos en él, creamos en él y seamos felices. Si vamos asidos a la mano de Dios, si no nos soltamos, viviremos felices porque el Reino de Dios ya estará en nosotros, y la riqueza dejará de tener alguna importancia para nosotros y no nos costará desprendernos de ella.

¿Estamos dispuestos a renunciar a todo, incluso a nosotros mismos, para seguir a Jesús?

F/DOMINICOS.ORG

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