El dolor y la enfermedad deben ser tocados con la mano no en teoría

El sufrimiento y la enfermedad, afirmó Francisco, «son adversarios que hay que afrontar, pero es importante hacerlo de un modo digno del hombre«, es decir, ayudando a vivirlos «en relación», evitando que el instinto humano de rebelión «se convierta en aislamiento, abandono o desesperación». En la experiencia cristiana, subrayó el Papa, el «tamiz del sufrimiento», por ejemplo, cuando se experimenta una enfermedad, puede hacer madurar a la persona para discernir «lo que es esencial de lo que no lo es». Y dos, sostiene Francisco, son las «palabras decisivas» que hay que tener presentes: «compasión e inclusión».

El ejemplo, como siempre, viene de Cristo y, en particular, de su modo de hacerse cercano a un enfermo o a alguien aquejado por algún mal.

Jesús no explica el sufrimiento, sino que se inclina hacia el que sufreNo se acerca al dolor con alientos genéricos y consuelos estériles, sino que acoge su drama, dejándose tocar por él.

Es decir, Jesús se conmueve, no permanece indiferente, toca con su mano para levantar y curar. La misma Biblia, dice el Papa, «es iluminadora en este sentido: no nos deja un manual de buenas palabras o un recetario de sentimientos, sino que nos muestra rostros, encuentros e historias concretas, como la de Job. Cristo va más allá, cuando en el Calvario asume todo el mal del mundo, ejemplo supremo de esta cercanía al ser humano.

La respuesta de Jesús es vital, está hecha de compasión que asume y, al asumir, salva al hombre y transfigura su dolor. Cristo transformó nuestro dolor haciéndolo suyo hasta lo más hondo: habitándolo, sufriéndolo y ofreciéndolo como don de amor. No dio respuestas fáciles a nuestros «por qué», sino que en la cruz hizo suyos nuestros grandes «por qué».

De la compasión a la inclusión el paso es directo. Como Jesús, que se acerca a todos, esto, señala Francisco, «lleva a actitudes de compartir», al igual que el Buen Samaritano.

A través de la experiencia del sufrimiento y de la enfermedad, nosotros, como Iglesia, estamos llamados a caminar junto a todos, en solidaridad cristiana y humana, abriendo, en nombre de la fragilidad común, oportunidades de diálogo y de esperanza.

Francisco concluyó deseando a la Pontificia Comisión Bíblica éxito en su trabajo y subrayando que «la Palabra de Dios es un poderoso antídoto contra toda cerrazón, abstracción e ideologización de la fe» y que «leída en el Espíritu en el que fue escrita, acrecienta la pasión por Dios y por el hombre, suscita la caridad y reaviva el celo apostólico».

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